Consideramos la existencia de un problema de conducta cuando se detecta un retraso en el dominio de una habilidad, académica o social, o bien la presencia de comportamientos habituales inadecuados para una adaptación satisfactoria del individuo a su medio.

Los problemas de conducta en la infancia suelen considerarse “problemas menores de conducta”, pero aunque no constituyen un problema grave, producen malestar en el grupo social, perjudican a terceras personas y constituyen un factor de riesgo para la aparición de otros problemas de mayor trascendencia.

Evidentemente, los problemas no se resuelven con el paso del tiempo. Estos, sean de mayor o menor envergadura, el tiempo sólo los agrava.

De esta manera, lo que en un principio podría ser resuelto en un breve margen de tiempo, con el transcurso de los meses, en algunos casos, requieren de una intervención larga y siempre especializada.

Los problemas de conducta más frecuentes son: rabietas, agresividad, miedos, evitar hacer tareas escolares, malas contestaciones, retraimiento, hiperactividad, quejas persistentes, peleas entre hermanos...