En la edad adulta se pasa por momentos en la vida en los que aparecen: estados de ánimo deprimidos; ansiedad; estrés; fobias; obsesiones; ataques de ira...

Estas situaciones pueden volverse críticas si no se resuelven de la manera adecuada.

Antes de llegar a esos extremos, tenemos que saber que todas las personas tienen la capacidad de poder “vivir bien”, de mantener el bienestar, suceda lo que suceda, aprendiendo a valorar los acontecimientos de una manera que no perjudique su bienestar.

Una idea errónea muy frecuente es atribuir al entorno la causa de lo que nos pone de buen o mal humor. Sin embargo, “no es fuera, sino dentro de nosotros mismos donde hace buen o mal tiempo”.

Debemos recordar, que para sentirse bien es indispensable cuidar de uno mismo, respetarse y hacerse respetar por los demás y así poder dirigir la propia vida con seguridad en uno mismo. Esto conlleva un estado emocional habitual de calma y tranquilidad reduciendo los episodios de ansiedad, ira, temor, etc.

Cuando la ayuda profesional es requerida, ésta se centra en enseñar estrategias de afrontamiento para superar las situaciones adversas, y en entrenar en habilidades de: resolución de problemas; control emocional; comunicación; relación social...

Todas estas herramientas que nos ofrece el psicólogo van a favorecer que la persona pueda vivir mejor consigo misma y con los que le rodean, aumentando así su calidad de vida.